Y ya en calma, en mi desordenada habitación, escribo:
Ya hace tiempo que vivo deseando, tiempo, mucho tiempo con una lejana frontera en mi horizonte. Paso al lado de la posibilidad y juego a la ruleta rusa con una sonrisa en la cara, ¿quién tiene miedo a perder?
Poco a poco las opciones van caducando e intentar consumirlas entonces supone un riesgo que a veces merece la pena correr. Correr, incauto, a través de la ambición, peleando por cada tesoro y por cada regalo.
En las no siempre agradables quedadas de mi imaginación, mis recuerdos se pudren sin condición alguna, fundiéndose sin más con enormes ríos de confusión y mentira. La mentira... esa incorruptible potencia, un valor único que retransmite errados intentos de fantasía. Miro tras su prisma distorsionando mis metas, mis caminos.
Quise ir a raíles, viajar en grandes veleros, romper el sonido dejando atrás mis gritos, como el látigo hostigando al esclavo que perece maravillado por su trabajo. Cabalgar veloz, correr, ¡volar! y ser un trueno, estruendoso y potente. Por solo un instante de luz en el firmamento, con el ímpetu de quien se sabe vencedor, podría al fin sacar de mi aquello que me hace especial, lo que me eleva sobre los demás...
Y no se cual es la pieza que le falta a este puzzle, sobretodo cuando la voluntad encarna increíbles ideales.
Simplemente ser, lo que siempre he querido, poder ser por encima de todo, un hombre convencido, un patriota sin bandera capaz de domar las letras y los pensamientos y crear mundos, desobedecer a la ciencia y hasta al mismo inexistente.
No quiero ser un diamante bajo la presión de la vida, quiero ser el aire de tus suspiros cada vez que me leas.
Hoy no seré un gigante, pero el cielo todavía me da margen porque sabe que no dejaré de intentarlo.
En la calma de mi desordenada habitación hay un detalle que se me escapa... espero que no seas tu.
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